miércoles, 23 de octubre de 2013

A propósito de la realidad violenta que sacude a algunos  hinchas  en los estadios  en nuestro país escribí esta columna .

DE BARRA  A “BARRAS  BRAVAS”, UN CAMBIO TOTAL 

El papel de la barra de un equipo de fútbol radica en apoyar y demostrar a su equipo de preferencia su apoyo y pasión por el deporte, pero en nuestro país en los últimos años este concepto ha evolucionado ya que los episodios violentos que han protagonizado algunos miembros de estas barras las ha convertido en barras bravas; generado múltiples espacios de violencia alrededor de escenarios para construir paz como las canchas deportivas  y el fútbol.

A partir de su extensión, este fenómeno ha generado muertes en muchos jóvenes colombianos ya que para estos grupos sociales el futbol  se ha convertido  en el espacio con el que buscan reclamar poderío, demostrar quién es el más fuerte, exaltar la violencia y la generación de  escenarios de vulneración a la integridad de los asistentes al espectáculo futbolístico.

 El respeto hacia la vida  por parte de la barra brava ha perdido su sentido ya que la lucha  por ver quién es más fuerte ha acarreado consigo un sinnúmero de muertes; lo más triste de esta situación es que la gran mayoría de sus participantes son jóvenes que reclaman un espacio dentro de la sociedad que les ha sido negado.

Ellos buscan sentirse parte de un grupo con la intención de lograr  prestigio ante la sociedad, pero el problema está en que reclaman a través de elementos no adecuados, ese poderío ha promovido una lucha violenta por el llamado “aguante”  para ver cuál de las barras puede más y es allí donde se hacen evidentes la violencia y vulneración de los derechos humanos al ver al otro como un enemigo.

Resulta triste que los jóvenes protagonicen estos incidentes, lo que sucede debido a que muchos de ellos pertenecen a familias violentas,  no tienen acceso a una buena educación que les permita aprender a vivir con la diferencia, no cuentan con el acceso a un buen empleo lo que genera problemas económicos y hace que los muchachos carezcan de oportunidades para su vida encontrando en la violencia una manera de expresar estas inconformidades.

Con base a lo anterior se puede  afirmar entonces, que el fútbol en sí mismo no genera violencia, que lo que existe es una violencia social, sobre todo urbana, que encuentra en la popularidad del fútbol un canal ideal para expresar su agresividad y mostrar la realidad del país violento en el que vivimos, pero que nos obliga a intentar buscar una salida para que no se sigan repitiendo estos actos violentos protagonizados por jóvenes.Para finalizar hay que entender que la solución está en la creación de espacios y oportunidades de inclusión social, donde como jóvenes  se comprenda que la violencia no es el camino, que se debe aprender a vivir con el otro aunque piense  y sea diferente, que el estado debe garantizar las oportunidades necesarias para que los jóvenes tengamos un buen vivir en el que los estadios de futbol no sean el escenario para la violencia sino para compartir en paz y armonía.